El barril de amontillado - Edgar Allan Poe
Lo mejor que pude habÃa soportado las mil injurias de Fortunato. Pero cuando llegó el insulto, juré vengarme. Vosotros, que conocéis tan bien la naturaleza de mi carácter, no llegaréis a suponer, no obstante, que pronunciara la menor palabra con respecto a mi propósito. A la larga, yo serÃa vengado. Este era ya un punto establecido definitivamente. Pero la misma decisión con que lo habÃa resuelto excluÃa toda idea de peligro por mi parte. No solamente tenÃa que castigar, sino castigar impunemente. Una injuria queda sin reparar cuando su justo castigo perjudica al vengador. Igualmente queda sin reparación cuando esta deja de dar a entender a quien le ha agraviado que es él quien se venga.
Es preciso entender bien que ni de palabra, ni de obra, di a Fortunato motivo para que sospechara de mi buena voluntad hacia él. Continué, como de costumbre, sonriendo en su presencia, y él no podÃa advertir que mi sonrisa, entonces, tenÃa como origen en mà la de arrebatarle la vida.